Samovar – La tradición del té ruso


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LA CULTURA DE  UN BUEN TÉ RUSO.

Todos alguna vez, viendo una película o una foto de la época rusa, vieron en la mesa un extraño objeto con una canilla abajo. Se estamos hablando del uno de los objetos mas representativos de la cultura y la tradición rusa. 

El samovar, una tetera grande con un tubo en el centro, sirve para calentar y mantener la temperatura del agua con la que se preparará el té. Básicamente se trata de una caldera. Los samovares pueden estar hechos en cobre, bronce, hierro o plata; siendo estos últimos los más comunes. Antiguamente representaban un símbolo de riqueza y bienestar para quien los tuviera.

El término “samovar” viene de dos palabras rusas: samoque significa “por sí mismo”; y varitque significa “hervir”.

 En el samovar el agua se calienta con carbón, maderas y piñas que arden lentamente dentro en un tubo ubicado en el centro, con el que se mantiene la bebida a una temperatura constante y caliente. En la parte superior del samovar se apoya una pequeña tetera con te en hebras concentrado. Se servía un poco en la taza y se diluía con agua caliente del samovar. 

Tras investigar los procesos que se dan en el samovar clásico, los científicos afirman hoy que es un mecanismo ideal para calentar el agua y que al mismo tiempo la suaviza y filtra. Se dice que el té obtenido con un samovar resulta más intenso y ofrece distintos matices de sabores. Para los rusos de los siglos XVIII y XIX el samovar era atractivo sobre todo porque permitía calentar más rápidamente el agua, ya que en aquel entonces para cocinar utilizaban los hornos de piedra, que había que calentar con leña.

Los primeros samovares aparecieron en los Urales en la segunda mitad del siglo XVIII. El invento ganó popularidad muy rápido por ser muy fácil de manejar: para su utilización servía no solo el carbón vegetal, sino también cualquier madera. El agua se calentaba mucho más rápido en el samovar que en la tetera y además la temperatura del agua se mantenía durante mucho tiempo, por lo que no había que preocuparse por hervir más agua. Finalmente, era más cómodo servir el té desde este recipiente. Por todas estas razones el samovar se convirtió en un atributo irreemplazable de la vida cotidiana rusa.

Al poco tiempo empezaron a producirse samovares en Rusia Central: en Moscú, Perm, Yaroslavl, Arjángelsk y sobre todo en Tula. En el siglo XIX esta ciudad llegó a ser un símbolo de la producción de samovares, “una capital del samovar”. Anualmente se producían en Tula más de 100 000 de estos utensilios. ¡Y todos hechos a mano!




La Ceremonia del Té en Rusia no mantiene un rigor formal, ni tiene una estructura como la Ceremonia Japonesa. Sin embargo es protagonista indiscutible de charlas, fiestas, reuniones, tristezas y alegrías; y sentarse alrededor del distintivo samovar para compartir un té simboliza hospitalidad para con el huésped, historias y tradición para con los niños, y conversación para con los afectos

“La dueña se instaló ante el samovar y se quitó los guantes. Los invitados, tomando sus sillas con ayuda de los discretos lacayos, se dispusieron en dos grupos: uno al lado de la dueña, junto al samovar; otro en un lugar distinto del salón, junto a la bella esposa de un embajador”. Solo un párrafo de la inmortal novela Anna Karenina, Leon Tolstoi. muestra la importancia de este utensilio en la vida cotidiana rusa. 

Y tenía una gran importancias tanto en la clase de la alta aristocracia o la burguesía rica, como en las pobres casas de los campesinos y los proletarios. 

Los samovars anteriores de la revolución rusa tenían sellos del Zar y son considerados el patrimonio de la cultura rusa, por lo tanto, no se puede sacarlos del país. 

El palacio chino del centro de Moscú

En la calle Miasnítskaya de Moscú se encuentra “Casa Perlov”, una de las tiendas de té más antiguas de la capital rusa. El edificio de la tienda es una mezcla de las tradiciones arquitectónicas chinas y se construyó a finales del siglo XIX, cuando el Imperio ruso se dedicó a fortalecer activamente las relaciones con China.
En 1896 estaba prevista la coronación de Nicolás II en Moscú, a la cual se había invitado a Li Hongzhang, el ministro de Exteriores chino. Su llegada se preparó concienzudamente, pues de ella dependían en gran parte los futuros acuerdos comerciales y, lo que era más importante, la construcción del ferrocarril en Oriente.
En aquella época, las dos compañías más importantes de té pertenecían a dos hermanos: Serguéi y Simión Perlov. Ambos querían recibir a Li Hongzhang, tanto para impulsar nuevos sobre el té, como para mejorar la imagen de su negocio de cara al gobierno ruso, que en un futuro podría premiarlos por sus servicios al Estado. Por encargo de uno de ellos el arquitecto Karl Guippius creó un palacio al estilo chino digno de un cónsul.
El ministro estuvo en la calle Miasnítskaya y se sintió halagado al ver cómo se habían preparado para su llegada los comerciantes y arquitectos. Dos semanas después de la coronación del emperador Nicolás se firmó el esperado acuerdo entre ambos imperios que daba derecho a Rusia a construir una línea de ferrocarril a través de Manchuria.Actualmente la tienda sigue abierta. En la planta baja se localiza la tienda y en la segunda, una cafetería.

Fuente: es.rbth.co


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